23 de febrero de 2010

El arroyo La Paz

Miré hacia el cielo. Parecía que esta abriendo, a pesar de que la lluvia seguía. Pero, de todas formas y a pesar del día de mierda, entendí que era el mejor momento... Tomé mi kayak, mi remo de dos puntas y me dispuse a vivir un momento de turismo-aventura, que para ello estaba ahí en ese momento y con ese entorno... Ah...! El olor a la lluvia es algo incomparable... Los arboles y plantas se notan más vivos/as. ¿Qué más se puede pedir?

Al principio me costó un poco meterla en el agua. La corriente estaba fuerte. Si me descuidaba, podía haber perdido mi kayak. Me acerque a la orilla por medio de un "barranco" que moría en el agua como en una especie de "planchada" que le dicen, de esas que se ven mucho en los lugares donde salen canoas y botes, por ejemplo en el Náutico, en la Barra del Sta. Lucía, o donde era el Rowing viejo. En ese lugar pude apoyar el kayak sin problemas y sin riesgos que se me lo llevara la corriente. Me subí, me acomodé, me puse el casco protector (por algún vuelco inesperado. Mirá si se me ocurría parar una piedra con la nuca), y dando saltitos torpes el kayak perdió piso y comenzó a ser llevado por la foribunda corriente.

Acá es cuando empieza la acción. Cuando se nota la destreza del remero para esquivar la infinidad de obstáculos que aparecen. En primer lugar, apareció un perro nadando que con un certero remazo lo saque del medio. En seguida, tuve que esquivar un auto que fue arrastrado hacia el centro de el cauce. Hubo un toque lateral con el auto, porque las olas provocadas por el pasaje de un ómnibus a mi costado, justo en el momento que superaba al auto, me hizo dar contra el mismo. De todas formas y con mucha destreza no volqué.

El primer gran problema fue tratar de cruzar Yaguarón. A pesar de que yo tenía la verde, no se le ocurre a unos de estos contenedores gris pasar como tromba. Cuando lo , ya casi lo tenía encima. Suerte que mis reflejos me acompañaban y a que la velocidad que traía no era mucha, y atiné a una frenada clavando el remo. Claro que quedé perpendicular a la dirección de la corriente, pero nada que un experto no pueda solucionar. El segundo problemún se sucitó dos cuadras más adelante, en el cruce con Libertador. Ahí se chocaban dos corrientes y los remolinos eran espectaculares. Esquivando gente, contenedores, autos flotadores, y montón de cordones y bordes que pudieran dañar mi hermosa nave. Y como si fuera poco, cerca mío vi volar literalmente una tapa de alcantarillado. Suerte que estaba lejos... Una vez llegado a Rondeau, el nivel del agua ya era bajo y decidí poner fin a mi travesía.

Alguien se preguntará (en realidad nadie, porque nadie ve este blog): ¿Tardaste medio año en volver a escribir, para escribir esta pavada?... Y yo les responderé: Lo que pasa es que me quedé sin ir al carnaval ayer y volví a ver la tele.

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